martes, 17 de noviembre de 2009

ESCRIBIERON SOBRE ISAAC ARCE

DON ISAAC ARCE
Por Andrés Sabella Gálvez.

Seguramente, en el historial de Chile no se contaba con un colaborador más directo y veraz, personaje activo de sus mismas páginas, que don Isaac Arce, cuya muerte viene a romper una fecunda, larga y esforzada vida de armonía, en cuya médula resplandecía el amor por el terruño, el aquerenciamiento que se vuelve cotidiana caricia a la memoria de la tierra.
Don Isaac Arce, vivió de modo apasionado los capítulos que forjan esa espada centellante de verdad que es su obra “Narraciones Históricas de Antofagasta”, publicada durante 1930, en aquella resonante imprenta de don Walter T. Uriarte, verdadero templo de las batallas literarias de la ciudad del Chango López.
Llevado por las circunstancias a los trabajos salitreros, en instantes decisivos de su desarrollo, vive todo el alba magnífica de nuestra industria madre y la vive penetrado por un creciente afecto que le impulsa a mirar todo el panorama calichero, el páramo y sus hijos, con ojo de interés cabal: mira para no olvidar, guarda papeles que el tiempo honrará de tradiciones, interroga a los primeros héroes del trabajo pampino, y guarda y cultiva este acervo de existencia para la hora en que se tornará la parte esencial de su libro, fundamentalísimo en la historia fraccionada de la patria.
Las “Narraciones” del Sr. Arce poseen este mérito de autenticidad que ningún otro trabajo histórico nuestro podría exhibir: escribió los acontecimientos fundamentándose en su propia existencia; casi, diríamos, estuvo en la fundación del puerto; llegó a sus playas apenas era Antofagasta una señal, cálida ciudad que todavía tuteaba al minero Clavería en agradecimiento por haberle pintado el Ancla que, desde entonces resulta el emblema de nuestra patria pequeña y solar, encargo lleno de practicismo y simbolismo que recomendara don Jorge Hicks, en 1868, administrador de la Compañía de Salitres de Antofagasta, la del embargo boliviano que provocó la Guerra del Pacífico, y, en cierto modo, el primer prisionero de Chile en esta contienda.
Este hecho posibilitó al señor Arce el despertar de sus aficiones históricas. Desde entonces no sucedió nada que no le importase en la perspectiva de documentos para la historia de la zona capital de nuestro nitrato, base y cifra de la economía chilena desde 1879.
Asistió el 14 de febrero de ese año, a la toma del puerto por los 200 “rotos” que comandaba don Emilio Sotomayor, fotografió nuestra avanzada y, paso a paso, como soldado cronista, encerró en su guerrera el diagrama de esta región y el acontecer del conflicto. Cuando llegó la paz y la industria se vitalizó con nuestros empeños, el señor Arce se quitó el kepís y vistió la ropa del trabajo de las “oficinas” salitreras, prosiguiendo en su tarea de almacenar los detalles que constituirían el material de su pirámide documental, orgullo de una ciudad que, allí, tiene el retrato mayor y que ninguna ciudad chilena disputará en su exactitud. El señor Arce contó. No entró en eufemismos ni interpretaciones. Su labor fue humilde y grandiosa, de artesano y orfebre, de realidad.
Estas “Narraciones”, además de poseer la garantía de su calor veraz, de diario sin trucos ni componendas, proyectan un impulso de tierna chilenidad, de amor cordial por los que enaltecieron a la nación con su heroísmo creador.
Evocamos la estampa de don Isaac. Era de reducida estatura, marchaba, a pesar de sus años, con agilidad, y sus ojos parecían inquirir sin descanso. Los dioses le reservaron una como gala de fuego: de padrino del puerto que sonó en los mapas y en las latitudes con eufonía de El dorado Blanco. Los altares le llevaron a morir en el mes que Antofagasta se festeja. Será el luto que el 14 de febrero pondrá una lágrima profunda en los ojos de nuestra pampa.
Las últimas Noticias, sábado 10 de febrero de 1951.-
ISAAC ARCE: EL HISTORIADOR
Juan Floreal Recabarren Rojas.
Antes de salir de casa, don Isaac se miro al espejo. Quería lucir sencillo, pero al mismo tiempo, solemne. La verdad es que no era necesario que se lo propusiera: había en su figura un sello de respetabilidad, característica por la cual se le reconocía. Sin embargo, era un día especial, puesto que la Municipalidad lo distinguiría
Nombrándolo "Ciudadano Honorario" junto con don Maximiliano Poblete Cortes. Doble honor.
Don Isaac Arce Ramírez no solo era conocido y respetado por ser uno de los más antiguos vecinos de la ciudad, sino también por ser uno de los últimos cuatro veteranos que quedaban de la Guerra del Pacífico. Cuando comenzó el conflicto
(1 879) tenía 16 años y se enrolo en el Regimiento Antofagasta. Se le dio el grado de Cabo 1° de la Compañía de Cazadores.
Su larga trayectoria como funcionario de oficinas salitreras, le permitió ser conocido por altos funcionarios, trabajadores y comerciantes relacionados con esa actividad industrial.
Pero sin duda su obra más importante era su libro NARRACIONES HISTÓRICAS DE ANTOFAGASTA, que relata el desarrollo de la ciudad desde su poblamiento hasta los primeros años del siglo XX.
En cerca de quinientas páginas cuenta con minuciosidad los acontecimientos históricos más importantes y sobresalientes. Cada uno de ellos, objetivados por un documento iconográfico inédito. Son 155 fotografías que difícilmente habrían llegado a conocerse, si él no las hubiese coleccionado y publicado.
Su amor al desierto fue evidente, pero lo quería con un verdor de esperanza. Con la voluntad de un hombre que piensa que todo puede ser si existe la decisión de emprenderlo.
Don Isaac trajo semillas de pimiento desde Copiapó, las que cultivó y plantó en las oficinas que tuvo a su cargo. Por eso no sería raro que en algún lugar de la pampa, las ramas secas de un viejo árbol quedasen corno testigos de la presencia de un hombre excepcional.

UNIVERSIDAD DE LA VIDA

Don Isaac nació en Coquimbo el 3 de junio de 1863, en el hogar formado por Jerónimo Arce Olmos y Melchora del Carmen Ramírez Ríos. El matrimonio emigro a Valparaíso en busca de mejores perspectivas económicas, ciudad en la cual su padre ejerció como arquitecto.
En el puerto, Isaac aprendió sus primeras letras cuando tenía cuatro años. Desde allí saltaron a Antofagasta. Don Jerónimo fue contratado para armar unas casas y construir otras.

Era el año de 1872, tiempo en que Caracoles habría un horizonte de futuro. Podría asegurarse que la ciudad y don Isaac crecieron y se desarrollaron juntos.
Esas circunstancias las recuerda en el prologo de sus NARRACIONES: "relataremos -afirma- lo que nuestros recuerdos nos dicen desde que, allá en la niñez, pisamos por primera vez las playas de Antofagasta".
No bien se habían instalado en la ciudad cuando don Jerónimo enfermó gravemente, debiendo trasladarse a Valparaíso. Allá murió. El estudiante Isaac se vio obligado a trabajar. Tenía 13 años. Nunca más volvió a sentarse en una sala de clases:
un ilustre autodidacta.
Comenzó como junior del Almacén inglés del señor Santiago Imrie. Luego ingresó a la Compañía del Salitre y Ferrocarril en un cargo modesto, llegando -con el tiempo- a administrador de oficinas salitreras.
EPISODIOS DE LA VIDA REGIONAL

Todo lo observaba y lo retiene en la memoria, al mismo tiempo que se interesa por coleccionar antecedentes sobre la historia de la ciudad. Dos veces viudo y tres casado. Su última esposa, doña Carolina Durandeau Prado, murió poco antes que él. Don Isaac dejó de existir el 2 de febrero de 1951.
GRANDE - SERIO - UNICO

NARRACIONES HISTÓRICAS DE ANTOFAGASTA de Isaac Arce Ramírez, es la más completa investigación de la historia de la ciudad. Todos los sucesos del siglo XX están relatados en forma tan amena que la lectura resulta fácil y agradable. Además, lo escrito está ratificado por inéditos documentos iconográficos. Nadie podrá emprender investigaciones más especializadas, si antes no recurre a la obra de Arce, cosa que
ha sucedido con todos los estudios posteriores a las NARRACIONES. Isaac Arce tuvo conciencia de la grandeza de su trabajo, de forma que escribió: “(he) experimentado la satisfacción de haber contribuido con verdaderos elementos de investigación y comprobación a la obra, que otros, deberían Llevar a cabo“. Don Isaac no había realizado cursos de metodología para la investigación histórica, pero su obra la fue urdiendo con las directrices que su inteligencia le aconsejó, y lo hizo bien.
Serio y riguroso, como lo fue toda su vida, seleccionó todo lo que le parecía veraz, de tal manera que él omite referencias bibliográficas, pero el valor de la información no disminuye.
Las NARRACIONES son la única obra de su género que describe el pasado de la ciudad, por más de cincuenta años. Así lo entendieron Luis Silva Lezaeta y Aníbal Echeverría y
Reyes ambos miembros correspondientes de la Real Academia Española de la Lengua y así también lo dejaron consignado en el informe que entregaron al Alcalde Poblete, para que la Municipalidad financiara la publicación:”contiene muchas noticias... documentos inéditos... que sería imposible consultar en otra obra”.
Hoy es difícil encontrar un ejemplar de las Narraciones Históricas de Antofagasta, por eso, hablar de identidad regional, es solo una frase sin la presencia del libro de don
Isaac.
“Episodios de la Vida regional”. Editorial Universitaria. 2002.-

SR. RAÚL SMITH, ALCALDE DE ANTOFAGASTA.
…Gracias a su labor de hormiga, tesonera y constante, nadie ignorará en lo sucesivo cómo fue de intensa y esforzada la trayectoria que siguió este pueblo para llegar a ser lo que hoy es. Su “Historia de Antofagasta” producto de años y años de desvelos y de incansables búsquedas, es un documento de tan alto valor, que eternizará no solo el recuerdo respetuoso de su nombre, sino que también el de su ciudad. En sus páginas hay volcadas con rara generosidad, muchas horas restadas al descanso y muchas energías a su organismo. Está en ellas la biografía más completa que pudiera haberse hecho de una ciudad tan difícil como es esta, y en ella palpita también la vida de un hombre que pulsó cada uno de sus acontecimientos. Este hombre era don Isaac Arce.
Palabras de despedida en funerales del historiador. Febrero de 1951.-

MANUEL DURÁN DIAZ
…”Don Isaac Arce Ramírez, 88 años, veterano del 79 y presidente de la institución, ciudadano honorario y el único historiador que ha tenido Antofagasta, tales son los títulos que tenía este excepcional varón, que con una paciencia extraordinaria y minuciosa, con un tesón invariable, fue, a través de toda su vida, recopilando apuntes y antecedentes para dar a la publicidad una obra que diera a esta tierra su historia verdadera, su historia de sacrificios, de luchas y de heroísmo.
Tal es el libro que dio a la prensa el año 1930, bajo el título de Narraciones Históricas de Antofagasta” que mereció la aprobación de toda la prensa y de la ciudad entera”…
Manuel Durán Díaz, corresponsal.

EL MERCURIO DE ANTOFAGASTA
Durante 25 años y 3 meses prestó sus servicios a la Compañía de Salitres. Entró como ayudante de pulpería y llegó hasta Jefe de pulpería en Pampa Central. Después fue Administrador de Campamentos y, a su vez, Juez de Subdelegación y Subdelegado de varias localidades.
En 1906 fue designado miembro honorario de la Sociedad de Veteranos del 79, institución de la cual fue presidente hasta el día de su muerte.
Fue el restaurador del Ancla que existe en uno de los cerros de este puerto y que recuerda los primitivos tiempos de Antofagasta en que esa señal servía de guía o divisa a las naves que recalaban en la antigua y casi despoblada caleta.
También integró la Comisión que nombró el Cuerpo de Bomberos en noviembre de 1907 para intervenir la Loteía que este Cuerpo efectuó en el Teatro Nacional. Cuando fue Subdelegado de Quillagua, se celebró en ese pueblo por primera vez el 18 de Septiembre.
Domingo 4 de febrero de 1951.-

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